martes, 2 de agosto de 2016

El ruiseñor. Kristin Hannah

Creo que a estas alturas no sorprendo a nadie si confieso que me atraen las novelas ambientadas en la II Guerra Mundial, me gusta descubrir que a pesar de lo trillado del tema, de los muchos libros que se han publicado sobre el periodo todavía me quedan episodios por descubrir, todavía soy capaz de sorprenderme por la maldad humana, todavía no puedo entender como se pudo llegar a tales extremos.

El Ruiseñor sin embargo no es una novela más sobre la II Guerra Mundial, ahonda quizás en un episodio al menos para mí bastante desconocido a pesar de las muchas películas que se han rodado al respecto, la Resistencia francesa, pero dentro de ella, el papel jugado por las mujeres, esas personas invisibles que supieron jugar la baza que el destino les puso delante, que supieron esconder su miedo y trasformar en valentía el rencor, la frustración, la supervivencia...

Esta novela ha llegado a mí meses después de que eclosionara en las redes, me gusta dejarlas reposar, que mis expectativas se acomoden, que no suban demasiado para poder ser justa con la obra, a pesar del tiempo pasado no logré que bajaran mucho, las tenía altisimas pero puedo decir que las ha cumplido todas, que incluso en determinados momentos las ha sobrepasado, y es que pocas veces me he encontrado con personajes tan sólidos, tan fuertes, tan humanos, tan opuestos y todo ello en el género femenino. Me ha enamorado Isabelle y me he metido en la piel de Vianne, incluso he llegado a comprender a su padre, y puedo aseguraros que lo mio me ha costado.

Puede que esta sea una de las mejores novelas que lea este año, y es un poco arriesgado a las alturas que estamos, sin embargo si que puedo asegurar que lo es del primer semestre de 2016, puesto que hace ya un tiempo que terminé de leerla, y he dejado asentar mis impresiones, por aquello de no ser demasiado entusiasta, sin embargo, y a pesar del tiempo transcurrido, estas dos hermanas siguen en mi corazón, no soy persona de lágrima fácil, pero el nudo en la garganta me ha acompañado durante mucha horas de lectura.

Como habréis intuido no puedo más que recomendaros su lectura, tanto si sois amantes de este periodo histórico como si no, seguro que disfrutaréis de la prosa de la autora, y de esta historia tan entrañable a la par que dura que nos hará sin duda valorar más la vida que llevamos y las relaciones familiares.


La autora:

Kristin Hannah nació en 1960 en el sur de California. Aunque estudió Derecho, con la publicación de su primer libro, en 1990, se convirtió en escritora profesional. Desde entonces ha ganado diversos premios y ha publicado 21 novelas de gran éxito en Estados Unidos, entre ellas Winter Garden, True Colors y Firefly Lane.


Sinopsis:


Francia, 1939. En el tranquilo pueblo de Carriveau, Vianne Mauriac se despide de su marido, Antoine, que debe marchar al frente. Ella no cree que los nazis vayan a invadir Francia, pero lo hacen, con batallones de soldados marchando por las calles, con caravanas de camiones y tanques, con aviones que llenan los cielos y lanzan bombas sobre los inocentes. Cuando un capitán alemán requisa la casa de Vianne, ella y su hija deben convivir con el enemigo o arriesgarse a perderlo todo. Sin comida ni dinero ni esperanza, Vianne se ve obligada a tomar decisiones cada vez más difíciles para sobrevivir. 
La hermana de Vianne, Isabelle, es una joven rebelde de dieciocho años que busca un propósito para su vida con toda la temeraria pasión de la juventud. Mientras miles de parisinos escapan de la ciudad ante la inminente llegada de los alemanes, Isabelle se encuentra con Gaëton, un partisano que cree que los franceses pueden luchar contra los nazis desde dentro de Francia. Isabelle se enamora completamente pero, tras sentirse traicionada, decide unirse a la Resistencia. Sin detenerse nunca para mirar atrás, Isabelle arriesgará su vida una y otra vez para salvar a otros. 
En el amor descubrimos quiénes queremos ser.
En la guerra descubrimos quiénes somos en realidad.


Mis impresiones: 


Una frase me marcó al principio, esa voz en off que yo imaginaba profunda y llena de misterio,  y que recitaba cada poco para mi, En el amor descubrimos quiénes queremos ser. En la guerra descubrimos quiénes somos en realidad, y es que no puedo imaginar mayor verdad, el ser humano puesto contra las cuerdas, sometido a presión descubre donde puede llegar, quién es realidad, y esta novela pone a sus personajes, a todos sin excepción en situaciones muy difíciles, excepcionales diría yo, y a pesar de encontrarnos ante una ficción histórica transmite sensaciones muy verosímiles que nos permite meternos en la piel de los personajes, avanzar con ellos, transformarnos con ellos, preguntarnos como habríamos actuado de encontrarnos en su situación.

Uno de los puntos fuertes de esta novela sin duda alguna son sus protagonistas, Vianne e Isabelle, dos mujeres antagónicas, dos mujeres a las que les cuesta quererse, enfrentadas desde el mismo momento en que perdieron a su madre, porque Vianne adolescente no supo cuidar de Isabelle, no supo darle la protección y el amor que solo una madre puede dar, y esta última pasó su infancia en internados de donde fue expulsada por distintos motivos y forjó un carácter rebelde, indómito que le ayudaría a afrontar la guerra con mucha inconsciencia e impulsividad.

Vianne es la mujer cabal, madre de familia, la que actúa de forma un tanto inocente y racional cuando Francia es invadida por los nazis despúes de la caída de la línea Maginot, una mujer débil que siempre ha estado protegida por su marido Antoine, que a penas sabe desenvolverse sin él, una mujer que se apoya en su mejor amiga, una judía, Rachel. El anuncio de la rendición del gobierno de Petain les llega a las dos hermanas juntas, en el pueblo donde su padre las abandonó tras la muerte de su mujer. Quizás ese sea el momento en el que es más patente ese carácter tan distinto, porque su forma de reaccionar no puede ser más contrapuesta, máxime cuando un nazi ocupa la casa e Isabelle es consciente del peligro que supone para su hermana y su sobrina.

Mientras Vianne sigue aferrada a su fe ciega en los gobernantes, Isabelle planta cara como puede, y descubre una forma de minar al enemigo, se convierte en una persona indispensable en La Resistencia, y vive su vida de forma inconsciente, siempre en el filo de la navaja. El transcurso de los meses también hacen mella en Vianne, el hambre, el frío, las injusticias, la persecución de los judios, la preocupación por su hermana... Quizás de ambos personajes es el que más evoluciona, el que más sufre, el que acumula más pérdidas en su alma, tal es su evolución que sorprende muy gratamente al lector, arriesgando su vida, pero sin la impulsividad de Isabelle.

Las gestas de la pequeña de los Rossignol son más heroicas, aventuras en mayúsculas, sin embargo hay momentos en que me hubiera gustado tenerla enfrente y decirle que no es bueno perder el miedo y jugar a ser Dios, que la suerte un día se acaba, y que nuestros actos tienen consecuencias para los demás, la he admirado tanto como me hubiera gustado reprenderla y meterla en vereda. A Vianne me hubiera gustado darle un baño de realidad en más de una ocasión, abrirle los ojos, pero la vida que es muy perra ella, consiguió todo lo que yo hubiera querido hacerle ver.

Junto a estos dos personajes protagonistas, nos encontramos secundarios de lujo, mujeres y hombres que saben darnos una lección de vida, que están dibujados con el mismo mimo y esmero que las dos hermanas, más mujeres que hombres, porque estos se podrían reducir a dos, Julien el padre de Vianne e Isabelle, el gran redimido de esta historia, y Gaëton, el hombre con los pies más anclados en la tierra que circula por la novela.

Además de las protagonistas la autora juega con los tiempos, con el presente y el pasado, con la primera persona y la tercera del singular, la acción transcurre casi integra desde 1939 a 1945, sin embargo comienza en América, donde una anciana con cáncer prepara una mudanza, desde que quedó viuda la casa le parece demasiado grande, está demasiado sola, y su hijo la traslada a una zona residencial de mayores. De su vida solo quiere llevarse un baúl lleno de recuerdos, y es precisamente ese baúl el que la hace volver a su Francia natal y a un periodo nada fácil de su vida.

Son pocos las capítulos que se ambientan en el presente y que están narrados por una mujer cuya identidad desconocemos, tampoco los flash back al pasado nos van a ayudar a desvelar su nombre, puesto que en la Francia ocupada el narrador es omnisciente, y nos cuenta tanto la perspectiva de Vianne como la de Isabelle, los capítulos se alternan, en todo momento sabremos como pasan la guerra ambas mujeres, las veremos evolucionar, sufrir, intentar protegerse la una  la otra, pocas veces coincidirán en el mismo plano, y pocas veces sabrán la una de la otra. En un primer momento temí que la historia de una de las hermanas me atrajera más que la de la otra, que una terminara por eclipsar a la otra, sin embargo ambas me sedujeron por igual, quizás porque la autora ha sabido dosificar bien la intriga, la falta de osadía de Vianne la ha suplido poniéndole obstáculos cada vez más insalvables, con lo que el alma siempre la tenía en un puño, por un lado sufriendo por la osada Isabelle, por otro temiendo el momento en que la hermana cabal cayera en desgracia, porque las injusticias terminan por minar la resistencia, cuando una persona pasa de tenerlo todo a coleccionar ausencias llega un momento en que despierta del aletargamiento, y pasa a la acción.

Habrá de volver de nuevo al presente, y al final de la novela para conocer la identidad de la anciana y desvelar muchas de las incognitas, porque con el final de la guerra le perdemos la pista a Isabelle, a Vianne y a su familia, y esas pocas páginas noquean al lector, le dan un baño de realidad que más bien semejan un jarro de agua fría, pero eso lo tendrá que descubrir cada lector, deberá estar dispuesto a que le estrujen el corazón.

Son más de quinientas páginas llenas de magia, de amor, de traiciones, de frustraciones, de pérdidas y reencuentros, la autora hace gala de una prosa cuidada, bella e incluso en ocasiones poética, que proporciona un rayo de luz en tanta oscuridad, en tanta desgracia. Kristin tiene la habilidad de ponernos en la piel de sus personajes, nos hace sentir el hambre, el cansancio, el miedo, la desesperación, no nos ahorra ninguno de esos sentimientos, y lo hace de una manera magistral, dosificando el suspense, llevándonos de la mano de forma realista por las calles de Paris, que son las que transita Isabelle, pero también por los caminos embarrados de Carriveau, donde quizás la presencia nazi para el lector es más palpable.

Ambas localizaciones se convierten en un personaje más de la novela, las vemos lozanas, luminosas, alegres, desenfadadas, antes de la invasión nazi, y somos testigos de su declive, de sus sombras, sus miedos, su oscurantismo conforme pasan los años, nadie se siente seguro en una Francia en la que unos pocos para salvar  sus propiedades colaboran con el enemigo, son capaces de vender a su vecino judío para quedarse con su casa o con su negocio. Nadie está seguro, y en ese ambiente la Resistencia se dedica a minar a los nazis, a intentar cambiar la situación, y poco a poco va consiguiéndolo a costa de arriesgar mucho.


Conclusión:


El Ruiseñor es una novela dura y a la vez bella, una historia que hará que veamos de otro modo la historia, y sobre todo que nos replanteemos las relaciones familiares, porque a veces cuando queremos ya es tarde. La autora nos conquistará desde las primeras páginas, nos guiará por la ocupación nazi de Francia de la mano de dos hermanas tan distintas como valientes.

Si te gustan los personajes femeninos con carisma, en El ruiseñor encontrarás unos cuantos, y de todas las edades, disfrutarás a la vez que descubrirás episodios nuevos, o al menos yo si los he descubierto, porque puedo afirmar sin temor a equivocarme que no es una novela más sobre la II Guerra Mundial y el holocausto judío, pero quizás para saber de que hablo deberías perderte entre sus páginas.